A partir de la conquista castellana, las mezquitas se convirtieron en
iglesias y también se construyeron iglesias nuevas. Se formó así
un estilo arquitectónico original, de formas sobrias, en el que se
mezclan elementos del Gótico, que era el estilo entonces imperante
en Europa, con elementos de influencia árabe.
Suelen ser iglesias de tres naves, de arcos apuntados, con ábsides y
portadas góticas y decoración de estilo mudéjar en las fachadas.
A finales del siglo XIV, algunas ciudades y villas empezaron a
levantar sus catedrales. Ejemplos de ellos son pricipalmente:
Jaén (1368), Baeza (1395) y Úbeda (1396), aunque también destacan
Carmona y Andújar.
No obstante, la construcción más importante del Gótico andaluz fue
la catedral de Sevilla.
Iniciada en 1041, la nueva sede católica se levantó sobre el solar
de la antigua mezquita almohade, de la que tan sólo se conservaron
el patio de los Naranjos y el minarete, transformando posteriormente
en campanario cristiano, conocido con el nombre de la Giralda.
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